Cook & Chef Bienestar

Recibimos la primavera: gastronomía y ritualidad

Jueves, 8 Junio, 2023

¿Qué tiene la comida para que su presencia sea esencial en los eventos sociales? Aprovechando la llegada de la primavera, exploramos la estrecha relación entre gastronomía y tradiciones culturales, y analizamos la comida como símbolo de identidad y pertenencia, y por supuesto de sostenibilidad.

En todo el mundo, la primavera es una época de florecimiento, despertar y celebración. Cada región y cada cultura tiene sus propias formas de honrar el cambio de estación y el renacimiento de la naturaleza. Y en el centro de estos rituales, se encuentra la comida.

 

La comida como identidad

No es ningún secreto que comer va más allá de satisfacer una necesidad; es una actividad que implica compartir, reunirse y socializar; es un medio para crear vínculos con otras personas. Tanto es así que la comida tiene sus propios códigos sociales. En la mayoría de las culturas, ofrecer comida y bebida es sinónimo de hospitalidad, pero antiguamente también se celebraban banquetes con la intención de ostentar poder y grandeza. En torno a la mesa, hoy se cierran negocios, se refuerzan lazos, se solucionan disputas, se reviven recuerdos, etc.

Comer es encontrarse, y cuando hablamos de gastronomía tradicional esto se lleva al máximo exponente. La cocina de un lugar une a las personas que forman parte de él y las conecta con sus raíces. Así, la comida se convierte en un símbolo de identidad y pertenencia, que habla de cultura, historia y valores compartidos.

Por todo esto, no es de extrañar que la gastronomía sea el eje central en rituales y celebraciones populares. Se trata de una parte integral de la experiencia humana. Lo más curioso, es que tanto festividades como alimentación están influidas por algo intangible: el ciclo estacional.

 

Cocina estacional y sostenible

Una de las bases de la gastronomía sostenible es que cada alimento tiene su ciclo y cada receta su momento. En verano maduran los cereales y aquellas frutas y verduras que contienen más agua, porque es lo que nuestro cuerpo necesita para hacer frente a las altas temperaturas. El otoño es época de caza y recolección de cara al invierno, de llenar la despensa.

Con la llegada del frío la tierra muere y apetecen platos de cuchara, que templan el alma. Y durante la primavera, la tierra se regenera y los cultivos florecen. En cada estación nuestros hábitos alimentarios cambian, como si formáramos parte de un gran espectáculo que se desarrolla en la naturaleza. Celebrar con una fiesta los cambios de este ciclo era algo típicamente pagano, pero el judaísmo y el cristianismo también tienen su propia cocina estacional.

En Semana Santa, por ejemplo, los cristianos evitan platos que contengan carne roja -porque representa el cuerpo de Cristo en la cruz-. En su lugar se elaboran guisos humildes con ingredientes que reemplazan la proteína de la carne, como el potaje de vigilia, cocinado a base de bacalao y garbanzos, que se sirve los viernes de Cuaresma.

En la cocina judía la estacionalidad se refleja principalmente en la elección de los alimentos (asociados a la dieta mediterránea), pero también en su profunda simbología, ya que, para los judíos, la comida es una forma de conectar con la naturaleza y celebrar la vida. Un plato que refleja estos valores es la adafina. Este cocido tradicional de la gastronomía sefardí se dejaba cocinar a fuego lento durante la noche del viernes para tomarlo caliente en el Sabbat, un día de descanso en el que no se permite cocinar. La adafina se asocia con valores como la unidad familiar, la humildad o la paciencia.

Como hemos visto, desde tiempos inmemoriales comer es mucho más que un simple acto de alimentación; es una experiencia que nos conecta con nuestra identidad, nuestras raíces y nuestras tradiciones. Y, aunque la tecnología nos haya dado la posibilidad de disponer de cualquier alimento a lo largo del año, todavía hay algo de especial en reconocer los ciclos de la naturaleza y adaptarnos a ellos.

La próxima vez que te sientes a la mesa, te invitamos a pensar en todo lo que ese plato representa… ¡Y a disfrutar de cada bocado como se merece!